miércoles, 9 de mayo de 2012

Primer domingo de mayo

En este día como ya es costumbre, se celebra el Día de la Madre, una buena ocasión para los Guajes acordarse de las que ya no están y, los que tenemos la suerte de tenerlas entre nosotros, disfrutarlas.

Porque nos lo pide el cuerpo y la gratitud que les debemos, traemos al blog un extracto del artículo que con el nombre: Comerás el pan... publicamos en el libro:

Un trabajo nunca suficientemente reconocido, y entonces menos, era el del ama de casa en el hogar. No olvidemos que tardaron muchos años en gozar de las comodidades del progreso, no se sabía qué eran los electrodomésticos ni esos otros útiles que ahora nos hacen la vida más comoda. Tampoco la climatología, entonces tan adversa con semanas enteras de lluvias, les favorecía nada, mas ropa sucia que lavar, necesidad de mas tiempo para secarla y un montón de incomodidades que ellas sufrían resignadas. ¡Era tan distinto al hoy que vivimos!

La jornada cotidiana de una madre con cuatro hijos y un marido minero empezaba a las cinco o las seis de la mañana cuando despedía al marido que se iba al tajo. Los hijos debían ir a la escuela y el atuendo podía ser humilde pero debía estar limpio cosido y planchado. Enseguida, el puchero sobre la cocina de carbón listo para el mediodía a la llegada de los hijos y algo más tarde la del marido. Mientras se hacía la comida, había que coser, fregar, planchar, lavar y un etcétera muy largo. Recuerdo con clara nitidez la figura de la madre de rodillas con su tabla de lavar sobre la “balsa”, aquella cubeta de granito artificial, y el trozo de manguera que conducía el agua desde el lavabo. Pasado un buen rato de enjabona refriega y aclara, con el mandil empapado y una vez llenado el balde se dirige a las praderas de junto al río o a los tendales de los patios y allí la tiende o la pone “al verde”. Después, a las cinco, allí estábamos la prole pidiendo la merienda generalmente de pan con chocolate, el “Mantecover” vendría pasado el tiempo, y después, otra vez a la cocina para preparar la cena. Mientras hacíamos los deberes y se escuchaba “el parte”, encontraba tiempo para terminar alguna otra faena antes de retirarse a descansar… cuántas veces a las doce de la noche. Recuerdo el acarreo del “suministro” para el mes con aquellos baldes repletos traídos a casa en la cabeza y las escapadas a aprovisionarse de carbón extra de los trenes del Vasco y Sela en el invierno porque no alcanzaba el “vale” y … cuánto más ¡Si ellas reclamaran el salario! Y así todos los días sin casi tiempo para el descanso. Ellas sí que “sudaron las enaguas.”





Las fotos son de los años sesenta y la mayoría de esos guajes hoy son ya abuelos. Sí, ha pasado ya tanto tiempo y ellas son.... las MADRES, un pequeño grupo de las muchas que había en el barrio. Un recuerdo para tanta madre, madre.