Propuestas y Logros

El interés del Colectivo por recuperar y hacer visible la memoria de aquella primera generación de habitantes del barrio, va dando sus frutos y ya podemos contar, siempre con la inestimable  y muy agradecida colaboración de quienes nos ayudan a ello, algunos logros notables que iremos presentando. Alguno se resiste y apareceran otros nuevos ya en proyecto. Queda mucho por hacer.


Barrio de Santa Marina (Mieres) Dos décadas de sueños
Octubre de 2004



Iniciamos esta cadena de recuerdos con la publicación de nuestro libro del barrio. Es un volumen de 512 páginas en formato A4, de ellas 16 a todo color, con más de 900 fotografías de la época en blanco y negro y 65 artículos escritos. Abarca las primeras dos décadas desde el poblamiento del barrio en 1949 y es un repaso a los recuerdos y las vivencias de aquellos “guajes“(nenos y nenes) que formamos la primera generación; los años cincuenta y toda la década de los sesenta. Considerando que es el tiempo de una generación, confiamos que tenga continuidad en las siguientes generaciones, dejando así constancia escrita de la historia vital del barrio

Aunque hemos echado mano de otros colaboradores ajenos al barrio para casos muy puntuales, se nutre de las aportaciones escritas y fotográficas de las gentes del barrio. Veinte colaboradores de la pluma han ido desgranado a lo largo de capítulos como EL NACIMIENTO DEL BARRIO, SUS GENTES, NUESTROS MAYORES, INFANCIA, ADOLESCENCIA Y JUVENTUD, FORMACIÓN ESCOLAR, VIDA LABORAL, VIDA RELIGIOSA, JUEGOS Y DEPORTES, LAS FIESTAS, SANTA MARINA EN LA PRENSA LOCAL, HITOS DEL BARRIO Y CONFLICTOS SOCIALES, sus vivencias y recuerdos; transformando así la memoria individual en otra colectiva mas enriquecedora.

Este trabajo que empezó a tomar cuerpo en enero de 2003 con nuevas aportaciones de material, había comenzado con la recogida de fotos en los diferentes Encuentros, culmina con la presentación del original a los vecinos en junio de 2004 en el antiguo local de la A. VV del barrio en el tiempo de la presidencia de Lola  En el especial del Diario La Nueva España dedicado a las Fiestas de San Juan del 2004 también se hace mención a su próxima aparición. Definitivamente ve la luz con la presentación oficial, auspiciada desde la alcaldía, en el salón de Plenos del Ayuntamiento con la presencia del alcalde D. Luis María García, la concejala de Cultura Dª Beatriz González, concejales, una representación del Colectivo, publico en general y los medios de comunicación citados para el acto, en el mes de octubre de 2004. Desde entonces seguimos disfrutándolo.

Seguidamente presentamos algunos escritos y fotografías que ilustran el libro.



RECUERDOS DESDE LA CALLE CANAL
Mª Emma López

Cuando una recuerda los años de infancia, se topa con escenas de indudable alegría y otras que no lo son tanto pero creo que el balance general, aún con las limitaciones de todo tipo de aquellos años todavía duros, es positivo. Los juegos con las amigas, la convivencia, la escuela, los miedos pasados, las fiestas, los enfados, las risas el ingenio y tantas y tantas cosas, son parte del bagaje que nos fue modelando encaminándonos primero hacia la juventud y después como personas adultas y que en ocasiones, sobre todo cuando una se junta con las amigas de antaño, nos gusta recordar.

Por las fiestas del barrio ¡Cómo disfrutaba cuando, en la barraca del tiro de mi amiga tombolera me dejaban servir las tapas a los tiradores que habían acertado el tiro!. Siempre se instalaban bajo mi ventana. ¡Cómo ansiaba que llegara la hora en que abrían la tómbola!. Me sentía importante. Una vez que se me ocurrió subir a las lanchas, aquellas metálicas con freno de tablón, cuando me vi tan alta, sentí tanto miedo que grité y di tantas voces que tuvieron que parar la lancha. Cruz y raya. ¡Nunca más!. Recuerdo como les pedíamos a los mayores que subían solos a los coches de choque que nos llevaran con ellos. No olvidaré aquella vez que por invadir la pista de los coches de choque antes de tiempo, me alcanzó uno y me dejó la pierna con un buen refregón. No me rompió nada y no me impidió ir a la romería aunque me dolía bastante, de todas formas no sería por mucho rato la danza ya que a las nueve había que estar en casa. Aquella férrea costumbre de los padres era generalizada, se discutía rezongando pero se acataba.

Recuerdo la riada del 53, la grande, la temida, sobre todo por nosotros los críos. Me sacaron del barrio a hombros y mis padres salieron andando con el agua por la rodilla. Nos alojamos en el Norte en casa de una prima hasta que las aguas bajaron y se pudo entrar en las casas. El río bajaba muy crecido, desbordado. Arrastraba árboles enteros y restos de maderas de las chabolas, animales muertos y sobre todo agua, mucha agua rugiendo y haciéndonos pasar un miedo y una angustia terribles. En la Canal, la barandilla que protegía el cauce había caído quedando todo a un andar. Era un peligro circular por el barrio inundado. Mas de uno se cayó a los registros de las alcantarillas destapados para mejor achicar el agua.

Siempre se ríe una de lo malo; en una ocasión unas cuantas amigas subimos al Picu Siana de merienda. Una de ellas cayó rodando por el prado y terminó dentro de una bardia de la que salió llena de artos. Todas reímos con el consiguiente disgusto para nuestra amiga. Hubo un enfado con todas pero enseguida se pasó como siempre.

Había momentos de enfados con las amigas como cuando una amiga me alcanzó de una pedrada en la cabeza, me dio en una diadema de hueso y me hizo sangre detrás de la oreja, me enfadé y al día siguiente la agarré de los pelos un buen rato, enseguida nos pasó y volvimos a ser amigas como siempre ocurría

Jugábamos al Bote, a Alzo la maya y nos escondíamos por los portales, a la Comba, al Escondite; cuando jugábamos a los Cocinetes era en el patio, montábamos un tenderete y unas tapas de betún nos servían de cacerolas y sartenes a falta de mejores útiles, hacíamos el pimentón machacando trozos de ladrillo y las hojas del felechu cortadas en cachinos, eran sardinas que le habíamos "comprado" a Caminante, lo "vendíamos" aderezado con chocolate que alguna vecina nos tiraba por la ventana para mantenernos entretenidas.

La necesidad agudiza el ingenio así que cuando teníamos que bajar a la carbonera que estaba en el patio, había que rodear el pabellón que solo tenía una entrada, y para hacer menos fatigosa la tarea, hacíamos descender el caldero por una cuerda desde la ventana y una vez lleno lo izábamos copiando lo que veíamos hacer a los albañiles en los andamios.

Recuerdo el bache, aquel inmenso bache en mitad de la acera que cortaba el paso hacia los portales y que tanto tiempo tardaron en reparar. No se me olvidan los cascotes, aquellas montañas de cascotes que daban al barrio un aspecto tan distinto al del resto de Mieres. Se acordaban poco o nada de las gentes del barrio.

En general lo pasábamos muy bien y la vida transcurría feliz para nosotras que nos contentábamos con poco.



PLAZA SEGUNDA
Isa

Un mediodía tórrido del Levante, me trae a la memoria veranos más clementes, en que un sol del Norte matizaba con luz tenue los estíos largos de mi infancia y como si la memoria pudiera atemperar el calor sofocante del Mediterráneo, recupera lugares de verde intenso, de lluvia pertinaz y atravesando tiempos, acortando distancias se detiene al azar en un día de julio: bajo los soportales de la Plaza Segunda, en la quietud de la tarde que se inicia, algunas mujeres sentadas en corrillos charlan y cosen; al murmullo de sus conversaciones se unen los gritos de los niños que juegan a pio campo y las cantinelas de las nenas que saltan a la comba… De pronto, algo les inquieta y escuchan, parecen llantas de carros y herraduras el chirriar que se acerca, que viene de la calle ancha y dejan labor, charla y juego, a toda prisa salen a la bocacalle, allá a lo lejos vienen carros entoldados, arreadas las mulas por guías diestros que de pie en el pescante restallan el látigo con una mano, mientras la otra tensa la brida; atraviesan el barrio a toda la velocidad que las caballerías pueden y según van pasando arrastran una riada de vecinos que corre tras ellos formando la comitiva paya de los cíngaros. ¡Cíngaros!, faldas largas, aretas grandes, pañuelos a la cabeza, camisas abiertas al pecho atadas a la cintura, todo un arco iris en movimiento bajo los toldos donde se hacinan. Rebasado el Cajonín, próximos a los prados de Antón, se detienen los carros, se apean los cíngaros y se forma un círculo que los vecinos van tupiendo y cerrando a medida que llegan; los más retrasados, ya no verán los primeros lances de cuchillo; en el centro del corro, dos hombre morenos, jóvenes, ágiles se retan frente a frente, en silencio, por que el honor ofendido debe escuchar el quejido del aire cuando el filo de hierro lo hiere; tras varios intentos, el cuchillo muerde, fluye la sangre gitana, crece el rumor payo y una voz de niño alerta ¡los guardias!. Se para súbito el combate, se rompe el corro, raudos saltan a los carros los cíngaros y se van levantando polvo, arreando mulas como vinieron; cautos regresan a los límites del barrio los vecinos. Los cíngaros siguieron sus caminos sin volver a cruzarse en el nuestro, solo fueron como una ilusión salida de las pantallas del Pombo o del Novedades en una tarde de domingo, y como los héroes de las películas tras el The End se esfumaron.

En otras ocasiones los personajes parecían salidos de una novela realista como en aquella mañana sin escuela, en que una ciega iba entonando Los Campanilleros, con una voz que más que canto era lamento, mientras el mozalbete que la acompañaba recogía las monedas que las mujeres con el alma encogida y la misericordia ensanchada le echaban desde las ventanas y nosotros, chiquillería siempre a pie de juego, fuimos los lazarillos inevitables dentro de los lindes del barrio.

Hasta las estrellas contribuían a un feliz entretenimiento, cuando caprichosas se prestaban al juego raro de un eclipse, con tiempo nos ocupábamos en buscar un cristal adecuado, con tiempo, le dábamos forma con una piedra y el día señalado lo ahumábamos con velas o cerillas y en el momento del prodigio llenábamos las calles atisbando a través del cristal, y al rato ya teníamos la marca de observadores de astros, un cerco negro en el ojo que no guiñaba.

Pero cíngaros, eclipses o Campanilleros, eran acontecimientos que no nos pertenecían, nos eran dados desde fuera, nosotros teníamos nuestro propio acontecer, en el barrio ocurría lo cotidiano y lo cotidiano éramos nosotros, para nosotros surgió Santa Marina, de pronto, rápido crecieron pabellones grises, amarillos, granates y lo fueron copando unas gentes venidas de fuera o de dentro que habían perdido una guerra, que llegaban para ganar un salario escaso librando una batalla díaria en la mina, la nueva trinchera; allí fue naciendo la generación siguiente que cuanto tuvo fue aquel espacio que se iniciaba en el Canal, a modo de frontera y se proyectaba por una calle ancha que se expandía como una arteria, abriéndose en la Placina como para albergar un corazón, para seguir luego hasta la Casa Grande de la Plaza Segunda, coronada por la veleta del minero. La vida diaria latía en el barrio, era fuerte su pulso, como su gente, como sus penas, porque todo el que le arranca su pan a la mina se aproxima a la tragedia y a menudo, el padre, el hijo, el amigo…,siempre uno de los nuestros, no regresaba; grisú y costeros, minotauros implacables que reclaman su tributo, los retenían en el laberinto de sus galerías.

No había carrillón en el barrio, pero la veleta de la Casa Grande, nos indicaba la dirección del viento, la sirena de la mina la entrada de los distintos relevos, y la llegada del abastecimiento nos situaba con bastante aproximación en la hora, a las ocho, la lechera, tras ella la panadera, sardinera y verdulera no madrugaban, a media mañana el basurero, por las tardes el mielero si tocaba, algunos días el afilador , si era verano el heladero y si domingos la pastelera, en cualquier momento, cualquier día el fotógrafo. Llegaban con carromatos o con carros tirados por mulas o asnos, con caramillo el afilador y cornetín el basurero, los demás voceaban sus mercancías o los nombres de sus clientas en los portales. Todos ellos nos ayudaron a crear un barrio, único, distinto a cualquier otro, con sus personajes entrañables, había mineros que volvían del tajo blancos y mineros que volvían negros, y si nunca fuimos gente con clase, éramos gente de clase, nos la dieron algunos de los nuestros que soñaban, y su sueño negaba el pan escaso, el salario incierto, su sueño era la palabra para todos aunque la opinión fuera distinta, nunca los vimos agachar la cabeza y si el colorido triste del momento era verdón tricornio y negro pasionista, ellos añadieron un intenso color rojo, el rojo pasionaria y se negaron a vivir de rodillas.

Hoy el barrio está iluminado y limpio, tiene aceras amplias y las calles han cambiado el alfabeto por bonitos nombre propios, el Canal ha sido reconducido, el río canalizado, la veleta del minero desapareció con la Casona y los prados de Antón fueron engullidos por el asfalto; ya no tiene fronteras que lo limiten, porque Mieres, por fín reconociéndolo como propio terminó enlazándolo con sus calles. Pero los niños no corretean y cada vez que vuelvo, hay gente que ya no reencuentro. Pero siempre regreso, porque para mí que no sé de patrias, Asturias la matria, conserva inalterado, un regazo que me llama: mi barrio; que a pesar de haberse vuelto blanco, será siempre lugar de mineros negros y si la sirena de la mina ha enmudecido, yo seguiré escuchando su llamada al próximo relevo.


COMERÁS EL PAN …..
Angel García

Seguramente en ningún lugar mejor que en los barrios obreros se cumple a rajatabla el mandato bíblico “Comerás el pan con el sudor de tu frente”; rentas ajenas a las del trabajo, si las había, seguramente no eran lo suficientemente abultadas como para permitirse el lujo de llevar una vida distendida y relajada y más en aquellos años, los del poblamiento del barrio, de escasos refinamientos y medios de producción. El sustento y poco más, se conseguía “sudando la camiseta”.

El barrio era mayoritariamente un barrio minero, condición que aún perdura a pesar del declive de la actividad minera, de la mina negra, profunda, de jornadas agotadoras e interminables y si a ello añadimos la permanente zozobra de un salario muchas veces incierto motivado por los conflictos laborales fruto de tanta injusticia social, sumémosle la imperiosa necesidad de “sacar a la familia adelante” y procurarle a los hijos la adecuada formación que les evite “entrar al agujero”; seguro que podemos entender y disculpar la aficción de muchos mineros a buscar refugio temporal de sus desdichas en el alcohol. Los accidentes laborales que con demasiada frecuencia cubrían de luto a la gran familia minera tampoco ayudaban mucho e influían de manera notoria en el ánimo de las gentes del barrio. Era, y es, muy triste ver cómo se va el padre, un amigo, un compañero, un “guaje” de aquellos que corrió contigo sus calles.

No sólo era la mina la actividad laboral de las gentes del barrio, la fábrica, la gran Fábrica de Mieres, antes de éxodo masivo de sus trabajadores a Veriña, empleaba a un buen número del personal activo del barrio, los talleres industriales, el pequeño comercio y en menor medida el autoempleo componían el tejido laboral de cuantos vivían en el barrio en edad de trabajar. Los que íbamos creciendo y habíamos optado por el trabajo físico como futuro, nos íbamos formando en las escuelas profesionales o como aprendices de oficio (pinches) por las obras y talleres. Estos últimos también “sudaban la camiseta”

Un trabajo nunca suficientemente reconocido, y entonces menos, era el del ama de casa en el hogar. No olvidemos que tardaron muchos años en gozar de las comodidades del progreso, no se sabía qué eran los electrodomésticos ni esos otros útiles que ahora nos hacen la vida más comoda. Tampoco la climatología, entonces tan adversa con semanas enteras de lluvias, les favorecía nada, mas ropa sucia que lavar, necesidad de mas tiempo para secarla y un montón de incomodidades que ellas sufrían resignadas. ¡Era tan distinto al hoy que vivimos!

La jornada cotidiana de una madre con cuatro hijos y un marido minero empezaba a las cinco o las seis de la mañana cuando despedía al marido que se iba al tajo. Los hijos debían ir a la escuela y el atuendo podía ser humilde pero debía estar limpio cosido y planchado. Enseguida, el puchero sobre la cocina de carbón listo para el mediodía a la llegada de los hijos y algo más tarde la del marido. Mientras se hacía la comida, había que coser, fregar, planchar, lavar y un etcétera muy largo. Recuerdo con clara nitidez la figura de la madre de rodillas con su tabla de lavar sobre la “balsa”, aquella cubeta de granito artificial, y el trozo de manguera que conducía el agua desde el lavabo. Pasado un buen rato de enjabona refriega y aclara, con el mandil empapado y una vez llenado el balde se dirige a las praderas de junto al río o a los tendales de los patios y allí la tiende o la pone “al verde”. Después, a las cinco, allí estábamos la prole pidiendo la merienda generalmente de pan con chocolate, el “Mantecover” vendría pasado el tiempo, y después, otra vez a la cocina para preparar la cena. Mientras hacíamos los deberes y se escuchaba “el parte”, encontraba tiempo para terminar alguna otra faena antes de retirarse a descansar… cuántas veces a las doce de la noche. Recuerdo el acarreo del “suministro” para el mes con aquellos baldes repletos traídos a casa en la cabeza y las escapadas a aprovisionarse de carbón extra de los trenes del Vasco y Sela en el invierno porque no alcanzaba el “vale” y … cúanto más ¡Si ellas reclamaran el salario! Y así todos los días sin casi tiempo para el descanso. Ellas sí que “sudaron las enaguas.”


POMBO, ESPERANZA, CAPITOL Y NOVEDADES (Salas para soñar)  De “Tambores lejanos” a “El Padrino”.
José Ramón García Suárez


Cuando todos nos disponíamos a patear y silbar porque creíamos que era otra interrupción más de la película, sonaba la voz recordatorio de que esta vez era “el descanso”: ¡caaaramelos!, ¡caaaramelos!, aquella sesión de cine infantil a las tres, se daba una tregua, y la emoción por el desenlace de la aventura quedaba para la segunda parte en que ya el timbre se encargaba de volver a avisarnos de que Gregory Peck , Errol Flynn, Burt Lancaster o Robert Taylor continuaban su esforzada lucha por salvar a su heroína (la chavalina) o ganar el duelo o la batalla.

A la vuelta al barrio después de las sesiones, y una vez provistos de aquellas meriendas de pan con una onza de chocolate o lo que se terciase, tratábamos de imitar a los héroes de la pantalla, con espadas de madera hechas de estacas de las serrerías cercanas, con “caballos” procedentes de varas sobrantes de las talas que el Ayuntamiento hacía de los plátanos que hace años abundaban en nuestras calles, con arcos y flechas preparados a partir de las peligrosas varillas de los paraguas viejos, con pistolas y cartucheras de juguete que aún nos duraban de la noche de Reyes, dispersándonos en bandas que se enfrentaban en aquel famoso juego de “manos arriba”, tapándonos la cara con un pañuelo y anudándolo al cogote como los bandidos del Far West. La imaginación no tenía límites y el que tenía un padre o un hermano mayor “manitas“, podía presumir aún más, si le preparaban algún artilugio casero más sofisticado.

Todos sabíamos imitar el grito de Tarzán, más o menos bien, así como los andares, la manera de rascarse, y los balbuceos de la mona “Chita”. Nuestro compañero y amigo “Taulfo” el mejor y más habilidoso nadador de todos nosotros, a falta en aquellos tiempos de piscinas para lucirse a lo Esther Williams o Johnny Weismuller, demostraba sus habilidades natatorias y de buceo en el negro río Caudal ante nuestra admiración, sobre todo después de ver la película “La mujer y el monstruo”. Nadaba casi tan bien como el monstruo y casi mejor que Tarzán, y sin duda el apodo de “el Rana” le hacía justicia. Solamente había una pega, y grande, que al bañarnos en “porrica” a veces éramos sorprendidos por nuestras madres que “a zapatillazu” limpio nos llevaban sin ropa como castigo para casa pasando una vergüenza enorme. Damasín “El Gaita”, que se nos fue, podría corroborar desde allá arriba donde está, que él también probaba algún verano esta medicina.

En el Capitol todos conocimos a Guti o a Ernesto, por sus nombres, personajes todo terreno que lo mismo cortaban las entradas, que tiraban de linterna o ayudaban en la taquilla. En el Pombo recordamos sin duda, la careta llorona en la parte superior de la pantalla, y las empinadas escaleras al salir de “General”(Gallineru) con sus paredes de frescos azulejos que tocábamos al bajar con nuestras sudorosas manos para refrescarse de las “sudadas” que pillábamos cuando había llenazos, que era muy a menudo. Y de frente nos topábamos con el carrín de “Esperanzona”. O mejor, al lado el de Marcelino, que estaba muy surtido de tebeos (cuentos). Del Cine Esperanza con su alto “gallineru” al lado de la cabina, también me viene a la memoria el gran mural con bello motivo rural asturiano que nos quedaba enfrente, y de cuyo autor nunca tuve el honor de saber su nombre.

En cuanto al Novedades, el más pequeño de nuestros entrañables cines, era conocido por ser coqueto pero muy incómodo ya que sus bancos corridos de dos tablas del “gallineru” eran capaces de partirte el trasero sobre todo si el programa era doble.

Nuestro amigo y vecino Miguel Argüelles, compartió conmigo horas y horas de dobles programas semanales durante años. Y a eso añadamos que los domingos no perdonábamos el “infantil” a las tres de la tarde y años después tampoco perdonábamos ni las sesiones juveniles y de noviazgos de las cinco de la tarde.

Las bombillas fundidas de algunos portales del barrio no ayudaban mucho a vencer nuestras pesadillas juveniles, que nos ocasionaban películas como “El experimento del Dr. Quatermass”, “Frankenstein”, “Los crímenes del museo de cera”, “Drácula”, o “Las tres caras del miedo” cuando volvíamos de noche y entrábamos solos de vuelta a casa. Más tarde supimos que en la falta de bombillas o luz también tenían algo que ver las parejas de novios que “cortejaben” en los portales.

Algunos llegamos a soñar con ser algún día acomodadores, taquilleros e incluso carameleros. Pero nos tuvimos que conformar con saber silbar bien la marcha de “El puente sobre el río Kwai”.

Nuestra pasión por ver cine era tal, que llegamos a odiar a los porteros que cumpliendo con su deber nos impedían la entrada a las películas de “mayores”. Las estratagemas para intentar aparentar más edad y tener libre acceso fueron muchas, pero la mayoría fracasaban, ya que la barba y el bigote se negaban a salir antes de tiempo, aunque se recurriese a “la leche de figu”. Y eso que en aquella época, el cine que podríamos llamar erótico se reducía a algunos escotes más o menos potentes.

A artistas como Alan Ladd, Kirk Douglas, John Wayne, Clark Gable, Tyrone Power, Rock Hudson, Tony Curtis, Cary Grant, Cornel Wilde, Spencer Tracy, Stewart Granger, Victor Mature, Mario Moreno “Cantinflas”, Anthony Quinn, Charlton Heston, Tony Leblanc, etc. llegamos a considerarlos como nuestros amigos, padres o hermanos. Y a las actrices como Cyd Charisse, Marylin Monroe, Sophia Loren, Kim Novak, Ava Gardner, Rita Hayworth , Gene Tierney, Lana Turner, Virginia Mayo, Ivonne De Carlo, Grace Kelly, Liz Taylor, Doris Day, Jane Russell, Debra Paget, Terry Moore, Conchita Velasco ... las queríamos, pero de novias imposibles, aunque nos llevasen años.

Nosotros íbamos a consumir cine, a contemplar, a soñar. Había colas del hambre, pero hambre de fantasía. Reíamos, llorábamos, nos estremecíamos. Dos espléndidas películas italo-francesas, “Splendor” y “Cinema Paradiso”, de hace pocos años, reflejan muy bien lo que eran nuestras salas y la relación que la gente tenía con el cine a finales de los 50 y en los 60. Hoy van al cine consumidores y antes iban personas.

Como consecuencia, la mayoría del cine de hoy es banal, trivial –explosiones, karatekas voladores, albóndigas en remojo, listillos que saben lo que hicimos el último verano- y está lleno de videoclips de escandalosa superficialidad, que nos cuelan de rondón por películas. La juventud de hoy, en su mayoría, desgraciadamente, consume cine basura o cine-ligth, come comida basura, e incluso admite sin rebeldía sueldos basura.

Otra desgracia que nos ha caído a los aficionados al cine ha sido el cambio de fisonomía de las salas, sus nombres, a veces rimbombantes, y su elegancia estética. Hemos pasado de los templos del celuloide a multisalas-macdonalds de la imagen.

Estos productos efímeros que hoy día se exhiben y que se olvidan tan pronto como se han visto, películas de usar y tirar, es lo más opuesto a lo que nosotros disfrutamos en su día y somos radicales en su defensa ya que no admitimos ni la comparación. No se puede comparar arte con caricatura. No creo equivocarme si digo que hay generaciones enteras (los nacidos a partir de 1.969) que no saben lo que es el verdadero cine.

¿Alguien quiere buscar culpables? Yo apunto algunos: la televisión, la infantilización del actual cine USA, el conformismo (pasotismo) juvenil, la zafiedad verbal, el culto al dinero, el abuso de expresiones malsonantes, violencia excesiva de las imágenes, sexo demasiado explícito y no sugerente,... el debate está abierto. Humanismo, poesía, magia, misterio. Eso era aquel cine nuestro.

Como dijo Bertolucci, uno de los pocos grandes del cine de hoy, “Muchas películas,... pero poco cine”. Habrá que reinventarlo.

Uno de los placeres más refinados del coleccionista de discos o del cinéfilo es hacer listas. Un placer personal e íntimo que basamos más en el estado de ánimo, en recuerdos de la infancia, de los primeros amores, que en aspectos técnicos.

Es un placer inofensivo, humilde, sin tratar de imponernos a los demás; pero nos sale la vena subversiva, ya que desobedecemos el primer mandamiento de la ley de la Estética: Sobre gustos no hay nada escrito. En las páginas finales de este libro me he tomado la libertad de preparar una lista de todas las películas que creo nos han impactado en nuestra niñez y juventud y que se estrenaron en Mieres. Solamente una indicación importante, por seguir una pauta y un mínimo orden: las he clasificado por la fecha del año de su estreno y abarcando el período 1949-1972, desde que el barrio se inauguró hasta que nos hicimos “mayorinos”.

Por supuesto, no estarán en estas listas, maravillas anteriores a estas fechas, como las de Tarzán, las de Charlot, las del Gordo y el Flaco, las de los hermanos Marx, las de Buster Keaton,... ni títulos como Casablanca, Ciudadano Kane, King Kong, El Capitán Blood, Bajo dos banderas, La Carga de la Brigada Ligera, Capitanes Intrépidos, Robín de los bosques, El ladrón de Bagdad, El signo del Zorro, Por quién doblan las campanas, La legión de los condenados, El tesoro de Sierra Madre, Lo que el viento se llevó, Fort Apache, El hijo de la furia, Murieron con las botas puestas, Duelo al sol, Tres lanceros bengalíes, La Diligencia, Sombrero de copa, El libro de la selva, Los tres mosqueteros, Robin Hood, Frankestein, El hombre invisible, etc., etc.,..... todas obras maestras, y otras muchas extraordinarias que tanto nos emocionaron y que vimos muchos años después de su estreno. Sobre todo las del género de aventuras, ya que fue su época dorada y nuestras preferidas obviamente.

Si recorren año por año dichas listas se darán cuenta que el 95% son obras de gran valor artístico. El 5% restante aunque no lo tengan tanto, sí fueron un gran éxito en los cines de Mieres y nos atraparon también con su magia de igual forma, de ahí su inclusión en este ranking casero.

Riiiiiinnng, riiiinnnng, riiiinnnng... venga vamos que empieza. , hoy “echen” una de indios y vaqueros. ¡ No perdíamos ni el NO-DO !.


PASANDO PÁGINAS

           

.... Y así, con textos, fotos y noticias sacadas de múltiples procedencias, hasta 512 páginas.




Recordando a Jesús "El Pirulero"
13 de diciembre de 2007

El segundo eslabón de esa cadena de merecidos recuerdos a personajes y entidades de aquellos tiempos de nuestra infancia corresponde a la memoria de Jesús El Pirulero. Era éste un minero del barrio que después de terminada la jornada laboral, en las horas del descanso y con la intención de arrimar algunas pesetas al menguado sueldo se echaba al hombro el repleto mazo de “pirulinos” y recorría las calles del barrio, las fiestas y las localidades próximas pregonando la dulce mercancía de fabricación casera. Su presencia y ocurrente cantinela congregaba en torno a él y al mazo a la alborozada chiquillería. Decía así:

Niños y niñas tirarse al suelo, pedir pesetas para el pirulero. ¡Hala, hala, a tres perrines uno y sieeeete a la pesetaaaa! ¡Rico, rico! ¡El Piiiiiirulero!

Unos días antes de la inauguración, miembros del Servicio Municipal de Obras acondicionaron el lugar para su instalación en la plaza de la Iglesia y en la mañana del día 13 de diciembre, el alcalde y el artista procedieron a descubrir la estatua al tiempo que glosaron detalles del homenajeado y de la estatua. Estaban presentes: Los familiares del homenajeado, el representante de la empresa OCA, el concejal de Obras, una representación del Colectivo, público en general y miembros de la A. VV. del barrio quienes depositaron una jardinera de flores a los pies de la estatua. Seguidamente miembros del Colectivo hicieron entrega a cada uno de los cuatro hijos del homenajeado de una sencilla placa de recuerdo del acto.
Para este acto oficial de inauguración, el Colectivo había preparado unas palabras de las que por la premura obligada en estos casos y después de las intervenciones del Sr. Alcalde y del artista, sólo hemos podido expresar los últimos párrafos. Dice así:

Desde el Colectivo Guajes de Santa Marina, en primer lugar expresar la satisfacción que nos produce este acto. En el mes de marzo y acompañados del presidente de la A. VV. presentábamos la propuesta del Colectivo en la Alcaldía, meses atrás, también desde el Colectivo, habíamos enviado un primer escrito de presentación y propuesta. En una dinámica de propuestas y logros si en el año 2004 editábamos el libro del barrio, ahora, hoy, nos encontramos con esta realidad. Habrá más.

Son muchos los personajes del barrio que merecen nuestro recuerdo: Carola, Lecio, Cosío, D. Luis, el Santa Marina C.F., la emigración a Europa y un extenso etcétera. Solos, por nuestros medios no podemos afrontar los gastos de logros como el que hoy nos reúne y hay que perseverar en la búsqueda de financiaciones que los hagan posibles. Nuestro próximo objetivo será la colocación de un gran mural en la fachada principal de la Placina que recree el ambiente cotidiano de su actividad en aquellos años en los que éramos los guajes del barrio. Algo ya se ha andado. En segundo lugar agradecer, de veras, la excelente acogida del Ayuntamiento que se volcó en la idea haciéndola suya; también la mano del artista Manolo Linares que supo plasmarla y cómo no, la generosidad de la empresa constructora OCA que corrió con la financiación. Desde hoy volverá a congregar en torno a él a aquellos guajes que hoy forman este Colectivo. A todos, gracias, sinceras gracias.

Por último, un saludo para la familia de Jesús, el minero del barrio que endulzó los días de nuestra infancia y en especial un recuerdo para José, su hijo, que nos dejó con la ilusión de presenciar este acto. Seguros estamos de su presencia. En nombre del Colectivo, de todos, nenos y nenes, hacemos entrega de un pequeño recuerdo de este día a sus hijos.

Retrocediendo en el tiempo y situados en los finales de los cincuenta: Dejáime acercame que dióme mi má una peseta de papel, una perrona y una perrina pa compra-i al Pirulero pirulinos pa toos los hermanos.









Placas del pie de la estatua y recuerdo a los hijos

Noticia en el diario La Nueva España de 16/5/2007

Boceto del artista


HOMENAJE A LOS EMIGRANTES DE LOS AÑOS SESENTA
30 de mayo de 2015

El proceso migratorio hacia los países europeos demandantes de mano de obra fue el resultado de una ausencia total de expectativas de futuro en nuestro país consecuencia de los ajustes del Plan de Estabilización. Este éxodo forzado que se estima entre los años 59 a 75 en una cifra que oscila entre los 1,5 y 2 millones de personas según los estudiosos, tiene su punto álgido en la década de los sesenta; fue una emigración generalizada desde todo el país pero principalmente desde Galicia, Andalucía y Asturias. Aquí en nuestro Mieres y más cercanamente en nuestro barrio fue muy importante y muchos los vecinos que ante la ausencia de futuro  sintieron la necesidad de buscar nuevos horizontes más allá de nuestras fronteras, siendo los principales países de acogida: Francia, Bélgica, Alemania, Suiza,... Como muestra de la importancia que tuvo en nuestro barrio, baste decir que en el corto espacio de los seis portales que componen la mitad de la calle E del lado del Escorialín, se contabilizan no menos de 15 emigrados, vecinos que en familia o en solitario venciendo el desarraigo y las dificultades que se adivinaban pusieron rumbo por ferrocarril o carretera a los países entonces prósperos que les ofrecían un futuro más prometedor. Allí se encontrarían generalmente las dificultades del idioma, una deficiente vivienda y el escaso tiempo de ocio pues se iba a trabajar con la idea de conseguir un dinero que al cambio (un franco 14 pesetas) y una vez retornados mejorara sustancialmente su futuro. Como nota positiva, los emigrados vieron y palparon una forma mejor de vivir con un progreso desconocido para ellos, una sociedad próspera, avanzada, y el disfrute de una libertad impensable en nuestro país. Con el tiempo, lo del regreso, una vez estructuradas las familias… resultaba bastante complicado; aún así muchos han retornado.

Para España, la emigración suponía un alivio en la presión social por el empleo pero sobre todo una importante entrada de divisas que los emigrados enviaban a sus familiares contribuyendo en gran medida al despegue económico del país; como inconvenientes, la pérdida de población joven, el despoblamiento de muchos pueblos y sobre todo el desarraigo, la siempre triste separación familiar.

Este hecho no pasa desapercibido en el recuerdo de los Guajes que ya lo recogen en las páginas de nuestro libro del barrio y que rescatamos:

Ahora coches... coches, los de los "belgicanos", sí belgicanos, aquellos emigrantes que dejaron esta tierra de claroscuros para buscar su Dorado belga. Cada verano llegaban a Santa Marina un Ford Scort de Bruselas, un Ford Taunus de Lieja, un VW Escarabajo de Suiza y hasta un Mercedes de Alemania. Nos asomábamos a la ventanilla y escudriñábamos el cuentakilómetros para saber cuánto corría aquella maravilla.

Manu Sánchez García.-El carrín de Cecilio

Los del Opus del Gobierno
Hicieron un plan de achique
Y desde Santa Marina
Mucha gente de la mina
Se marchó pa la Belgique

Iben en coches de punto
Viajes de fe compartida
Entonces no había ni Alsa
Era como ir en la balsa
Desde la Habana a Florida

¡Zas! ¡De repente en agosto!
Con pulserines de plata
Y coches americanos
Llegaron: ¡Los belgicanos!
Un mesié y una mulata.
                                                                                         
Javier Sandoval.- Pregón  de fiestas de 1996


Unos días antes de que nos dieran las vacaciones del verano, llegaban los "belgas" unos familiares de unos vecinos de la  Casona que habían emigrado a Bélgica. Venían montados en un "Hayga", un coche americano de los grandes. Cuando lo veíamos llegar al principio de la calle, todos los críos salíamos corriendo detrás hasta que se paraba en el portal de destino. Nos pasábamos horas manoseándolo, todos los años traían uno distinto.

Pedro Antonio Sánchez García.- Recuerdos de mi barrio


Este fenómeno migratorio merece la consideración de nuestro colectivo y en el XV Encuentro, como un nuevo eslabón de esa cadena de recuperación de la memoria de los años vividos en el barrio, hemos presentado una propuesta o proyecto, en forma de escultura, de homenaje a los vecinos emigrantes de los años sesenta que  empujados por la necesidad de lograr un futuro digno, salieron a aquella Europa próspera en busca de mejor futuro. El diseño primitivo, es obra de un miembro del colectivo quien presenta dos soluciones y otras tantas maquetas. Elegido uno, el más complejo, ha tenido que ser modificado en función del material conseguido quedando como sigue:

En un panel de acero Corten ligeramente cóncavo se escenifica, a la izquierda del observador, la partida de familias y jóvenes ligeros de equipaje pero colmados de ilusiones. En la zona central, el paso por el Pajares y la boca norte del túnel de La Perruca, límite geográfico de nuestra Asturias. En el otro extremo, un mapa de esa parte de Europa en la que se sitúan los países de origen y destino, del que se separa intencionadamente nuestro país tan distante, económica y socialmente muy lejos de los otros Pirineos; sobre él se sitúan dos espigas de trigo símbolo del futuro que perseguían. Atendiendo al medio de transporte mayoritariamente empleado, se complementa con una rueda de locomotora. Como elemento sustentador de panel que lo separa algo más de dos metros del suelo, se ha diseñado un mástil  con una caída hacia atrás de 12º, de sección compuesta  a base de carril de vía y perfilería laminada que le da mayor rigidez al que acompañan, a ambos lados, carriles de menor tamaño desde su base. Como soporte de la placa del homenaje, temporalmente se ha colocado una pequeña base de hormigón a la que sustituirá un atril de granito. Como segunda fase y cuando se disponga de la relación de emigrados, se prevé la colocación de placas en las caras del atril que los relacionen bajo el mapa del país de acogida. Dos robles, símbolo de fortaleza, de pequeño porte, completarán el conjunto.

Con la crisis que nos azota fue laborioso encontrar financiación y a nuestras expensas y con la muy estimada participación de dos entidades colaboradoras se ha hecho realidad. La plancha de Acero Corten la encargamos a un taller especializado, el Museo del Ferrocarril de Asturias nos facilitó el material ferroviario y Talleres Luman de Gijón se ocupó del resto de materiales y el armado del monumento de manera altruista. El acondicionado del terreno, el anclado, el atril y la placa es algo que debemos de agradecer al Ayuntamiento. Nuestro sincero agradecimiento a todos ellos.

La inauguración, de acuerdo con la autoridad municipal, queda fijada para las 12 horas del sábado 30 de mayo, fecha en la que el colectivo celebra la fiesta de su XVIII Encuentro anual. Días antes por varios puntos del barrio y en nuestro Blog hacemos la invitación al acto “a los vecinos del barrio, a todos los mierenses y a cuantos gusten de acompañarnos.” Para el asentamiento, se fija la nueva zona verde del barrio recuperada del espacio que dejó libre el polémico transformador finalmente derruido. Quizás cuando la ocasión resulte propicia se transforme en un parque, un paseo, un rincón que muy bien pudiera llamarse de Los Emigrantes.

Llegado el día, pasadas las doce, con la presencia del director del Museo del Ferrocarril de Asturias el mierense Javier Fernández López quien también corrió por el barrio como nosotros siendo niño, vecinos entre los que se encuentran algunos emigrados retornados y algunos miembros de la directiva de la Asociación de Vecinos, el alcalde de Mieres Aníbal Vázquez procede al acto de inauguración, descubre el monumento y dirige unas palabras a los congregados recordando los tristes tiempos de éxodo, las condiciones de incertidumbre en destino, sin permiso de trabajo muchas veces, el lastre emocional del desarraigo familiar, las penurias que sufrieron nuestros emigrados y, pensando en ellos, la necesidad de brindar el buen trato que se merecen quienes ahora llegan a nuestra tierra buscando, como los homenajeados, nuevos horizontes que les deparen una vida más digna. Para terminar, en su nombre y en el de todos los mierenses, agradece al Colectivo la iniciativa y el trabajo realizado.

Seguidamente, por el colectivo se explica brevemente el significado de los diferentes elementos que lo componen, se agradece la buena disposición y presencia del alcalde y el director del museo, al tiempo que se hace entrega de una placa de agradecimiento a las entidades colaboradoras. A talleres Luman que no pudo asistir al acto, se le hará llegar la suya. Haciendo extensivo el agradecimiento a todos los presentes se da por concluido el acto.

En corrillos se comentan los detalles del monumento, se rememoran algunos avatares de la diáspora por parte de algunos emigrados presentes y se hacen fotos que perpetúen el momento.

Para esta segunda fase del monumento, se recogen los datos de los emigrados que deseen figurar en él y solo con este fin, también se ha habilitado el correo electrónico emigrantesbarrio@gmail.com  al que enviar los datos, haciendo constar el nombre completo, la fecha de partida y el país de destino. Esperamos completarlo pronto.

 
Boceto del proyecto


Cartel de invitación al acto


 EL ACTO EN FOTOS


 

 




 








  












COLOCACIÓN DE LA PRIMERA PLACA NOMINAL 
27 de mayo de 2017


En la celebración del 20 Encuentro anual, el 27 de mayo, tuvimos ocasión de descubrir la primera placa nominal de los emigrantes del barrio. Son los primeros 62 emigrados de los que tenemos datos que figuran en la placa que la alcaldía nos colocó el día anterior. A nuestro esfuerzo inicial, se suma el del municipio con ésta y otras actuaciones; es algo que debemos agradecer y desde este blog, expresamos gracias sinceras por la atención que se nos dispensa.
Este día de júbilo por la fiesta de reencuentro que habríamos de disfrutar congregó en torno al motivo del homenaje a los Guajes celebrantes, algunos venidos expresamente como años anteriores para el acto desde los países de acogida, y otros retornados que hicieron la descubierta de la placa que se acompañó de emotivos aplausos.
La recogida de datos de los emigrados sigue por los canales ya divulgados y después de este acto son 23 los emigrados mas que sumaremos a la lista. Esperamos completarla pronto con la participación de todos.
EL ACTO EN IMÁGENES.






 




  














 



ACTUALIZACIÓN DE LA PLACA NOMINAL 
25 de mayo de 2019


En un bonito dia de sol radiante y dentro del programa de celebración de la 22 Edición se ha procedido a la actualización de la placa nominal de homenajeados donde la cifra creció hasta los 90 emigrados, son 28 mas de la relación anterior. La recepción de datos sigue por los cauces ya mencionados y confiamos en que pronto podamos completarla.


 EL ACTO EN IMÁGENES