Mayo, mes de las flores
que decíamos y celebrábamos en el colegio de los frailes del baberu. Es el primer domingo del
mes y desde siempre el Día de la Madre. La adversa climatología que hace tiempo
venimos padeciendo nos da un respiro y luce el sol. Espléndido día de primavera
en que a los hijos se nos da la oportunidad de demostrar también en día tan
señalado, el cariño que sentimos por la madre.
De camino al barrio y
llegado al Escorialín de Tina, uno se funde en el ambiente de aquellos años de
infancia, trae a la memoria gratos episodios allí vividos y en un lamentado por incompleto
ejercicio mental afloran los nombres de tanta madre de tanto Guaje, del corto
tramo de los seis portales de aquella mitad de la calle E: Maruja, Lurdes, Gelos,
Luisa, Aida, Gela y Anita en el nº1; Sara, Esther, Anselma, Rufa, Maruja y Quilina
en el nº2; Pepa, Rosario, Chita, Lupe, Etelvina y Caridad en el nº3; Dominica,
Julia, Visita, Ramonita, Matilde y Yaya en el nº4; Cristina, Eugenia, Sita, Manuela y dos mas en los bajos que no recuerdo, en
el nº5; Jerónima, Benita, Germana, Isabel, Lucita y Lola en el nº6; en los portales cercanos: Carola, Rosario, Palmira, Gelina, Sabel, Gentina, Antonia, Pilar, Irene,
Belarma, Gloria, Remedios, Tina, Sansa,
Lola, Maria…y tantas y tantas que harían la lista interminable. Son ellas,
casi todas madres a las que debemos tanto los hijos… ¡Benditas madres! Un
recuerdo para todas ellas y una visita a las que aún conservamos entre nosotros.
Voy
camino de pasar unas horas con ella y
devolverle un poco del cariño recibido durante tantos años de dedicación,
desvelo y esfuerzo. Tomaré las palabras del poeta y cantante argentino Alberto
Cortez al hablar de su padre y proclamaré: Mi
madre significa para mi, el signo más, el verbo ser y
la palabra siempre. Como todas las madres, madres.
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